lunes, 30 de agosto de 2010

SOBRE LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN

SOBRE LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN

Fases del proceso formativo:
1.- Preparación para vivir el encuentro.
2.- Recreación y encuentro.
3.- Ejercicio de la creatividad a través del recto uso del lenguaje.
4.- Cultivar el descubrimiento de los valores y las experiencias de éxtasis.

Primera fase: Preparación para vivir el encuentro
Somos libres; la libertad, antes que libertad de acción es libertad de ser. La libertad de ser se manifiesta como apertura, posibilidad, creatividad, decisión respecto quién ser y qué hacer. La pregunta que debemos hacernos es ¿en virtud de qué elijo una respuesta entre varias posibles: en virtud de mis gustos y apetencias; en virtud de lo más cómodo o conveniente; en virtud de valores que dicen relación con la realización de mi auténtico ser o, sin más, me dejo llevar por las primeras impresiones de mi ser y de los demás?
Mis decisiones trascienden mi ser; mis errores o aciertos no sólo me afectan a mí sino a otros; no soy un ser aislado, cerrado, sino abierto y actuando sobre otros seres. Es más, dada la naturaleza de nuestra realidad, descubriremos más tarde o más temprano, que sólo nos realizamos en el encuentro consigo mismo y con otras realidades. Necesitamos aprender a crear ámbitos de convivencia fecundos; por ello, educar para el encuentro debe ser uno de los propósitos centrales de todo quehacer formativo.

Educar la capacidad de encontrarse, requiere enseñar, es decir, ocasionar situaciones que permitan:
a) Distinguir entre “objetos” y “ámbitos”: Si trato las realidades ambitales y las cosas u objetos del mismo modo, confundido, valoraré lo que es útil y despreciaré o rebajaré la dignidad de lo valioso. Las cosas son asibles, utilizables, canjeables, a-personales; las realidades ambitales, en cuanto personales, deben requieren ser acogidas como tales. Un objeto puede ser elevado a realidad ambital, en la medida que la persona lo “habita”: esa interpretación musical, ese regalo, nuestro hogar, nuestra Universidad…
b) Distinguir entre “hecho” y “acontecimiento”: Un hecho es un dato observable, medible, encasillable en un espacio y tiempo. Un acontecimiento es un algo que nos acontece, que nos impacta, que conmueve nuestro ser, que no nos deja indiferentes, sino conforma la historia de nuestra existencia. Para captar la diferencia entre hecho y acontecimiento, debo captar su sentido.
c) Distinguir entre “significado” y “sentido”: El significado lo da la comprensión abstracta de los conceptos. El significado lo encuentro en un diccionario. Así, si sé lo que significan los conceptos “mi”, “padre”, “muerte”; es claro que tendré claro el significado de la frase “murió mi padre”; pero no el sentido tan distinto que tiene esa misma frase dicha en dos personas cuyas vidas han sido entretejidas de muy diversa forma según el sentido que ha alcanzado en ellas la presencia de sus padres.
d) Distinguir entre producto y obra: Los productos pueden reproducirse en forma automática. Un producto requiere sólo de la técnica que requiere su producción. Un poeta no produce o hace poemas; los crea. Cada creación es única; expresa un momento único de un ser también único; lo expresa; lo extiende en el tiempo…
La creación transfigura la realidad en un sentido de belleza, intimidad o religiosidad: el palo de escoba para el niño se transforma en su caballo; la casa humilde en una morada –hogar; el pañuelo en un símbolo de amor…

Segunda fase: Recreación y encuentro
Es posible crear formas de unidad profundas y fecundas que no implican un apoderamiento o uso de la realidad o de las creaciones realizadas por otros; sino por el contrario, requieren de nuestra actitud de respeto, entendimiento creativo y no por ello manipulación o lejanía. Refiriéndose a esto, Alfonso López
Quintás dice:
“Una vez vivida esta experiencia, verás con toda nitidez que la libertad y los cauces normativos se complementan cuando se vive de forma creativa; no se oponen”. (“Cómo lograr una formación integral”. Ed. San Pablo. Madrid 1996; Pág. 46).
Respeto e inspiración se unen cuando vivimos desde y hacia lo profundo, lo valioso, lo fecundo...cuando somos capaces de abrir nuestro entendimiento, nuestro “corazón” para es otra realidad que me solicita o inspira… Para acoger una obra o una realidad ambital, debo re-crearla, vivenciarla, interpretarla, hacerla íntima hasta que reviva en mí. La obra renace gracias a mí y a su vez me potencia, inspira, realiza. Es una experiencia reversible: “voy en busca de una obra y la configuro en virtud del impulso que ella misma me otorga” (Ibíd. Pág. 46). Esta experiencia es requisito para existir en plenitud los ámbitos personales: amorosos, artísticos, científicos, éticos, religiosos, etc. Se trata de ser capaz de llevar a cabo la experiencia de encuentro: experiencia reversible que se das entre seres personales; entreveración de almas; diálogo. El encuentro me apela, me suscita, me inspira…voy al encuentro no bajo el esquema dices-efectúo o actúas-padezco sino co-participamos, co-creamos, nos invitamos, hacemos nuestro, colaboramos. Por ello el encuentro requiere de amabilidad versus violencia, confianza versus temor; valoración versus abuso.
La finalidad educativa, o en lenguaje de moda “competencia” de todo educador, debe ser “enseñar a fundar ámbitos fecundos de recreación y encuentro. A lo largo de la vida descubriremos que cada realidad (nosotros mismos) no somos cosas sino ámbitos, posibilidades que se abren y ofrecen una riqueza insondable de posibilidades a la mirada inspirada.
Tercera fase: Aprender a usar el lenguaje en toda su fecundidad
El lenguaje no es sólo un medio para comunicar algo; tampoco encontramos en esta función su mayor energía ni su fuerza formativa.
El lenguaje crea ámbitos: Ámbitos de belleza, de acogida, de bondad, de religiosidad. Por lo mismo, un lenguaje impulsado por el odio o por el afán manipulador se autodestruye porque anula toda posibilidad de encuentro. De ahí el cuidado con el uso de los llamados “términos talismanes” o “esquemas dilemáticos” que prejuzgan en la medida que están vacíos de significado y sentido; buscando el poder y para ello escisiones arbitrarias, simplificaciones falsas en una mirada superficial de la realidad. La creación de ámbitos, la elevación de objetos a ámbitos, no es posible si se carece de la capacidad de integrar vertientes diversas de la realidad: libertad y compromiso, sacrificio y felicidad, intimidad y expresión, dignidad y servicio; son algunos ejemplos de la unidad de diversos en lo profundo.
La palabra, la imagen y el silencio son vehículos expresivos del encuentro: Es cierto que cada palabra tiene un significado que debemos conocer pero ese significado debe ser fecundado por nuestras vivencias de encuentro, de tal modo que “den cuerpo” a las realidades ambitales, permitiéndonos comunicarnos y comunicar un sentido único; no sólo comunicar “algo”.
Necesitamos conocer las palabras guardadas en diccionarios, necesitamos conocer su significado y usarlas para correctamente comunicar algo; pero el lenguaje tiene un sentido superior: puede alumbrar modos únicos y originarios de sentido. Mediante el lenguaje expresamos acontecimientos, pensamientos originarios, credos, sentimientos, poemas, mundos imaginarios y mundos descubiertos…
Mediante el lenguaje conformamos el armario de nuestra alma, nuestras convicciones, decisiones, hacemos propuestas y re-cordamos. Por ello, cada obra literaria es el fruto del encuentro de un hombre con una vertiente de la realidad, en un momento único de su historia de vida.
Cuarta fase: Cultivar el descubrimiento de los valores que impulsan la vía de plenitud
La complejidad de nuestro ser, de nuestra existencia, nos lleva a distinguir entre energías que nos encapsulan en un egoísmo que va al mundo ansioso de poder y esas otras energías que me llevan a realizarme en un servicio de amor a los demás.
Egoísta, me siento centro del universo y toda realidad que se me presenta la considero medio de mis propósitos. Deseo dominar, poseer y disfrutar las realidades que aparecen deseables a mis impulsos de satisfacción. Paradójicamente, la realidad que apetezco para satisfacción de mi ego, me seduce, me fascina. Al adueñarme de estas realidades, al poner el sentido de mi vida en las cosas, al reducir lo ambital a lo cósico, siento euforia, exaltación; pero al mismo tiempo, esta visión del mundo y de mi propia existencia me rebaja, me anula en mi condición personal, me insensibiliza para los valores más nobles, me deja en la soledad de quien es incapaz de encuentro: es el proceso de vértigo; que confunde exaltación con la exultación que es elevación de la existencia, tras una vía de plenitud real.
El éxtasis emerge desde la vocación de ser, de ser personas que van al encuentro de otras personas y dispuestas a la generosidad, al respeto, agradecimiento, responsabilidad, compromiso, sacrificio de amor. En esta vía de éxtasis, se despliega la sensibilidad para la grandeza de los valores, de los ideales, de la nobleza, lo sagrado, el respeto, la piedad. Es el ámbito de la felicidad, del encuentro; de la apertura a los valores aunque estos nos exijan esfuerzo y no nos ofrezcan placer, posesión, poder. Los valores confieren dignidad a nuestras acciones porque expresan la dignidad de nuestra esencia de ser. Los valores se revelan a quien participa de ellos: quien quiera descubrir el valor de la justicia no debe limitarse a informarse sobre ella, pues sólo sabrá de ella quien la vivencia a través de una vida justa, de actos de generosidad, de fundar vínculos de armonía, equilibrio, colaboración. (Alfonso López Quintás, contempla cinco fases; pues separa la distinción de las experiencias de vértigo y éxtasis del descubrimiento de valores. Nosotros pensamos que es mejor presentarlas integradas, para facilitar su comprensión.)

viernes, 20 de agosto de 2010

PEDAGOGÍA EXPERIENCIAL


Pedagogía experiencial

La existencia personal es una historia única que como tal sólo puede revelarse en el encuentro interpersonal; en la convivencia y en la narración: la única forma de entender la fuerza, sentido y dinámica de las experiencias de vida de nuestros alumnos es en nuestras propias experiencias. La pedagogía es “pedagogía experiencial”. Pues bien, nos apropiaremos de una distinción que hacía Ignacio Ellacuría respecto tres momentos éticos, para aplicarlos como principios metodológicos de lo que llamaremos “Una Pedagogía Experiencial”: 1) hacerse cargo de la realidad, 2) cargar con la realidad y 3) encargarse de la realidad.

1. «Hacerse cargo de la realidad» implica entender una situación real que tenemos ante nuestra mirada; tener claridad sobre los elementos que conforman e influyen en esa situación, en cómo se conjugan esos elementos- Implica que, como educadores, que debemos conocer la situación en que se encuentran nuestros educandos, sus mundos, intereses, temores, agobios, fortalezas, debilidades, oportunidades, aspiraciones…

2. “Cargar con la realidad” implica determinar y analizar los distintos grados de responsabilidades que se articulan en una situación; distinguiendo entre causas, influencias y condiciones. La causa es la determinante. Si no tienes el don o virtud del canto, por ejemplo, jamás podrás cantar bien, aunque tengas la oportunidad de acceder a los mejores maestros de canto. Pero si cantas bien, la causa es tu don y tu esfuerzo por realizarlo; el maestro ha sido una buena y a lo mejor gran influencia o apoyo positivo, que ha facilitado la acción de la causa que es siempre íntima; pues somos libres. Ahora bien, podrás saber cantar; pero si estás afónico o estás en un recinto donde se debe guardar silencio; hay que esperar o hacer algo para que cambien las condiciones. Es claro que por muy sanos que estemos de garganta y hayamos tenido muy buena escuela, sin don y amor por el canto, no cantaremos como deberíamos hacerlo. Análogamente, sólo una vez que tengamos claridad sobre las causas, influencias y condicionantes de las situaciones que marcan la historia de vida de nuestros educandos, estaremos en condiciones de “encargarnos de la educación de ellos”

3. “Encargarnos de la realidad” implica estar en condiciones de poder asumir una responsabilidad frente a quienes nos hemos comprometido. Es el momento de responder, de asumir la propia responsabilidad; de tomar las riendas para guiar a quienes nos corresponda por buenos caminos y, si no existen, construirlos. Es el momento de buscar o crear un buen material que resista los embates negativos y otorgue seguridad a educandos y educadores. Es el momento de liderar para instar a otros a colaborar en la misma ruta. De algún modo, si mi alumno fracasa, yo fracaso…
“La responsabilidad es siempre proporcional a la dignidad. La dignidad de quien consagra su vida a orientar a niños y jóvenes es muy alta. Se hace responsable del futuro de estas personas y, consiguientemente, de la sociedad” , afirmaba Alfonso López Quintás y Gustavo Villapalos. Antes de hacernos cargo de otros, debemos hacernos cargo de sí mismos.
Entender o entendernos no es fácil. Por ahora, digámoslo en forma simple: Somos lo que hemos ido haciendo de nosotros a lo largo de nuestra trayectoria de vida; en ello debemos incluir lo que podíamos o debíamos haber sido y no fuimos y lo que podríamos o deberíamos ser y aún no realizamos. Entender el actuar personal, es mucho más complejo que tener a la vista un relato de hechos o datos sobre la vida de alguien. A veces la explicación o comprensión de una actitud, decisión o comportamiento está en la interpretación o sentido que hemos dado en el pasado a una experiencia que, para otros, podría no tener mayor incidencia. Si no lo aplicamos a nosotros, mal podríamos guiar a nuestros alumnos en este hacerse cargo de ellos mismos.