viernes, 17 de diciembre de 2010

ESTÁNDARES ORIENTADORES PARA CARRERAS DE PEDAGOGÍA EN EDUCACIÓN MEDIA





ESTÁNDARES ORIENTADORES PARA CARRERAS DE PEDAGOGÍA EN EDUCACIÓN MEDIA



LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
MATEMÁTICA
HISTORIA, GEOGRAFÍAY CIENCIAS SOCIALES
BIOLOGÍA
FÍSICA
QUÍMICA


El concepto de estándar, en el contexto educacional, se entiende como aquello que todo docente debe saber y poder hacer para ser considerado competente en un determinado ámbito, en este caso, en la enseñanza de Lenguaje y Comunicación; Matemática; Historia, Geografía y Ciencias Sociales; Biología; Física; y Química, en la Educación Media.

Los estándares entregan una orientación acerca de los conocimientos y habilidades necesarias que debería manejar el egresado de pedagogía para enseñar estas disciplinas, sobre la base del criterio de expertos. Se entiende, también, que es posible desarrollar distintos caminos o trayectorias académicas para que los egresados o titulados logren estos estándares.

Los estándares representan un instrumento clave para el desarrollo de la docencia escolar como una profesión de excelencia. En la base de ésta, se encuentran tanto las habilidades profesionales básicas que cualquier egresado del siglo XXI debe poseer, así como lo propio de la identidad del profesor, lo que se manifiesta en el compromiso con el crecimiento intelectual y moral de los estudiantes. De este modo, el conjunto de los estándares se sostiene sobre el criterio de que al compromiso con dicho crecimiento, se une la responsabilidad con el aprendizaje continuo del docente en los aspectos disciplinarios y pedagógicos, la reflexión sobre su práctica, y la utilización de las tecnologías y el trabajo con la comunidad de aprendizaje en la que se desempeñe.

Los estándares para egresados de pedagogía en Educación Media en las áreas de Lenguaje y Comunicación; Matemática; Historia, Geografía y Ciencias Sociales; Biología; Física; y Química, se han organizado en torno a dos grandes categorías: estándares pedagógicos y estándares disciplinarios.Estas dos categorías se articulan y complementan entre sí con el fin de proporcionar al futuro profesor los conocimientos y habilidades necesarios para el desempeño de la docencia.

I. Estándares pedagógicos: Corresponden a áreas de competencia necesarias para el adecuado desarrollo del proceso de enseñanza, independientemente de la disciplina que se enseñe: conocimiento del currículo, diseño de procesos de aprendizaje y evaluación para el aprendizaje. Se incluye en ellos, la dimensión moral de su profesión: que los futuros profesores y profesoras estén comprometidos con su profesión, con su propio aprendizaje y con el aprendizaje y formación de sus estudiantes. También, se describen las habilidades que deben mostrar para revisar su propia práctica y aprender en forma continua. Asimismo, los futuros profesores deben estar preparados para gestionar clases, interactuar con los estudiantes y promover un ambiente adecuado para el aprendizaje. Finalmente, se señalan aspectos de la cultura escolar que el futuro docente debe conocer, así como estrategias para la formación personal y social de sus estudiantes.

II. Estándares disciplinarios para la enseñanza: Definen las competencias específicas para enseñar cada una de las áreas consideradas: Lenguaje y Comunicación; Matemática; Historia, Geografía y Ciencias Sociales; Biología; Física; y Química. En cada caso, los estándares sugieren qué conocimientos y habilidades deben demostrar los futuros profesores y profesoras en la disciplina respectiva y cómo ésta se enseña, incluyendo el conocimiento del currículo específico, la comprensión sobre cómo aprenden los estudiantes cada disciplina y la capacidad para diseñar, planificar e implementar experiencias de aprendizaje, así como para evaluar y reflexionar acerca de sus logros.

El formato de cada uno de los estándares contempla una descripción que entrega una idea general de lo que se espera que los docentes egresados conozcan y sepan hacer, y un conjunto de indicadores que desglosan y especifican de qué modo se manifiesta el logro de los conocimientos y habilidades en el ámbito que cubre el estándar. En la mayoría de los casos, los indicadores corresponden a desempeños de los futuros profesores y profesoras, que muestran que han logrado el estándar, pero también, en algunos casos, se incluyen indicadores que describen disposiciones y valoraciones. Los indicadores no pretenden ser exhaustivos respecto de los modos posibles de demostrar el logro del estándar y, en consecuencia, no debieran ser utilizados como una lista de cotejo, como tampoco es posible inferir que se ha alcanzado el estándar con solo verificar un buen desempeño en uno de los indicadores. Descripciones e indicadores, en su conjunto, constituyen el estándar.

Organización del documento
El documento se inicia con una presentación breve de las habilidades básicas comunes que se esperaría de un profesional egresado en el siglo XXI, que le permitan responder a los desafíos de la sociedad del conocimiento. Se incluyen habilidades para comunicarse oralmente y por escrito en forma eficaz en su lengua original y manejarse comunicacionalmente en una segunda lengua, habilidades para el análisis cuantitativo, uso de tecnologías de la información y la comunicación, un comportamiento ético adecuado a su comunidad y actitudes personales como la autonomía, flexibilidad, capacidad de innovar, disposición al cambio y pro-actividad.
En seguida, se entrega una visión sinóptica del conjunto de los estándares, tanto pedagógicos como disciplinarios, facilitando una perspectiva global de lo que se espera y valora como resultado de la formación inicial docente.
Finalmente, se presentan los estándares por disciplina en su versión completa, incluyendo sus indicadores.  Reflexiones y perspectivas de la Educación Superior en América Latina, Informe Final Proyecto Tuning América Latina 2004-2007, p. 44.

HABILIDADES PROFESIONALES BÁSICAS
En la actual sociedad del conocimiento, es deseable que los futuros profesionales posean un conjunto de características que les permita desenvolverse de manera efectiva y eficiente frente a las demandas profesionales que le impone la sociedad.
Del conjunto de Competencias Genéricas de Tuning Europa-América Latina 4, se acordó incorporar aquellas características básicas que se espera logren los futuros profesionales chilenos.
Se espera que, al egresar, el futuro profesional esté preparado para enfrentar un entorno cambiante, para ello, debe desarrollar habilidades y actitudes personales tales como capacidad de trabajo colaborativo, autonomía, flexibilidad, capacidad de innovar, disposición al cambio y proactividad. Al mismo tiempo y como complemento se espera que tenga una sólida formación en valores tales como responsabilidad y perseverancia, y presente un comportamiento ético adecuado.
Además, tiene que ser capaz de comunicarse por escrito y oralmente en forma eficaz en su lengua original y en una segunda lengua. Por otra parte, se espera que el futuro profesional demuestre habilidades en el uso de tecnologías de la información y la comunicación. De igual forma, deberá poseer un comportamiento que refleje un nivel cultural adecuado a las exigencias de un mundo globalizado. Del mismo modo, debe mostrar un espíritu de superación personal y profesional, por lo cual debe tener conciencia del desarrollo profesional como una constante de vida.

En síntesis, un profesional recién egresado tendría que caracterizarse por demostrar:
1. Una sólida capacidad de abstracción, análisis y síntesis. El egresado es capaz de trabajar con constructos abstractos de procesos de análisis y síntesis.
2. Capacidad de comunicación oral y escrita de manera efectiva, coherente y correcta, en diversos contextos profesionales.
3. Capacidad de aprender y actualizarse permanentemente. Manifiesta un interés por la cultura global, los procesos de cambio y la experiencia profesional, que lo mantiene actualizado.
4. Capacidad creativa, espíritu emprendedor e innovación. El egresado demuestra creatividad al generar nuevas alternativas en las soluciones que se plantean. Realiza proyectos por iniciativa propia, asumiendo los riesgos que esto implica. Responde a los requerimientos, demandas sociales y organizacionales, innovando en los procesos a fin de obtener mejores y mayores resultados.
5. Compromiso ético en su trabajo acorde con principios y valores, tales como responsabilidad, compromiso, perseverancia, y pro-actividad.
6. Conocimientos de análisis cuantitativo que le permitan leer, analizar e interpretar los distintos tipos de datos.
7. Habilidades en el uso de TIC y en gestión de información lo que le permitirá acceder a nuevos conocimientos y al uso de herramientas tecnológicas.
8. Capacidad de comunicación en un segundo idioma en forma oral y escrita, de manera adecuada, coherente y correcta, en diversos contextos profesionales.

ESTÁNDARES
VISIÓN SINÓPTICA
En esta primera parte se presenta una síntesis de los estándares pedagógicos y disciplinarios, con el objetivo de facilitar una perspectiva global de lo que se espera y valora como resultado de la formación inicial docente, para en un segundo apartado presentarlos en forma detallada y con sus respectivos indicadores. Los estándares pedagógicos corresponden a áreas de competencias genéricas de la función docente, las cuales son necesarias para la enseñanza de las disciplinas.
Es pertinente reiterar que estas categorías de estándares se articulan y complementan entre sí, con el fin de proporcionar al futuro profesor los conocimientos y habilidades necesarios para el desempeño de la docencia en la Educación Media.

ESTÁNDARES PEDAGÓGICOS
Estándar 1: Conoce a los estudiantes de Educación Media y sabe cómo aprenden.
Estándar 2: Está preparado para promover el desarrollo personal y social de los estudiantes.
Estándar 3: Conoce el currículo de Educación Media y usa sus diversos instrumentos curriculares para analizar y formular propuestas pedagógicas y evaluativas.
Estándar 4: Sabe cómo diseñar e implementar estrategias de enseñanza-aprendizaje adecuadas para los objetivos de aprendizaje y de acuerdo al contexto.
Estándar 5: Está preparado para gestionar la clase y crear un ambiente apropiado para el aprendizaje según contextos.
Estándar 6: Conoce y sabe aplicar métodos de evaluación para observar el progreso de los estudiantes y sabe usar los resultados para retroalimentar el aprendizaje y la práctica pedagógica.
Estándar 7: Conoce cómo se genera y transforma la cultura escolar.
Estándar 8: Está preparado para atender la diversidad y promover la integración en el aula.
Estándar 9: Se comunica oralmente y por escrito de forma efectiva en diversas situaciones asociadas a su quehacer docente.
Estándar 10: Aprende en forma continua y reflexiona sobre su práctica y su inserción en el sistema educacional.



ESTÁNDARES DISCIPLINARIOS
El documento completo en Word lo remitiré a quien lo solicite.


lunes, 30 de agosto de 2010

SOBRE LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN

SOBRE LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN

Fases del proceso formativo:
1.- Preparación para vivir el encuentro.
2.- Recreación y encuentro.
3.- Ejercicio de la creatividad a través del recto uso del lenguaje.
4.- Cultivar el descubrimiento de los valores y las experiencias de éxtasis.

Primera fase: Preparación para vivir el encuentro
Somos libres; la libertad, antes que libertad de acción es libertad de ser. La libertad de ser se manifiesta como apertura, posibilidad, creatividad, decisión respecto quién ser y qué hacer. La pregunta que debemos hacernos es ¿en virtud de qué elijo una respuesta entre varias posibles: en virtud de mis gustos y apetencias; en virtud de lo más cómodo o conveniente; en virtud de valores que dicen relación con la realización de mi auténtico ser o, sin más, me dejo llevar por las primeras impresiones de mi ser y de los demás?
Mis decisiones trascienden mi ser; mis errores o aciertos no sólo me afectan a mí sino a otros; no soy un ser aislado, cerrado, sino abierto y actuando sobre otros seres. Es más, dada la naturaleza de nuestra realidad, descubriremos más tarde o más temprano, que sólo nos realizamos en el encuentro consigo mismo y con otras realidades. Necesitamos aprender a crear ámbitos de convivencia fecundos; por ello, educar para el encuentro debe ser uno de los propósitos centrales de todo quehacer formativo.

Educar la capacidad de encontrarse, requiere enseñar, es decir, ocasionar situaciones que permitan:
a) Distinguir entre “objetos” y “ámbitos”: Si trato las realidades ambitales y las cosas u objetos del mismo modo, confundido, valoraré lo que es útil y despreciaré o rebajaré la dignidad de lo valioso. Las cosas son asibles, utilizables, canjeables, a-personales; las realidades ambitales, en cuanto personales, deben requieren ser acogidas como tales. Un objeto puede ser elevado a realidad ambital, en la medida que la persona lo “habita”: esa interpretación musical, ese regalo, nuestro hogar, nuestra Universidad…
b) Distinguir entre “hecho” y “acontecimiento”: Un hecho es un dato observable, medible, encasillable en un espacio y tiempo. Un acontecimiento es un algo que nos acontece, que nos impacta, que conmueve nuestro ser, que no nos deja indiferentes, sino conforma la historia de nuestra existencia. Para captar la diferencia entre hecho y acontecimiento, debo captar su sentido.
c) Distinguir entre “significado” y “sentido”: El significado lo da la comprensión abstracta de los conceptos. El significado lo encuentro en un diccionario. Así, si sé lo que significan los conceptos “mi”, “padre”, “muerte”; es claro que tendré claro el significado de la frase “murió mi padre”; pero no el sentido tan distinto que tiene esa misma frase dicha en dos personas cuyas vidas han sido entretejidas de muy diversa forma según el sentido que ha alcanzado en ellas la presencia de sus padres.
d) Distinguir entre producto y obra: Los productos pueden reproducirse en forma automática. Un producto requiere sólo de la técnica que requiere su producción. Un poeta no produce o hace poemas; los crea. Cada creación es única; expresa un momento único de un ser también único; lo expresa; lo extiende en el tiempo…
La creación transfigura la realidad en un sentido de belleza, intimidad o religiosidad: el palo de escoba para el niño se transforma en su caballo; la casa humilde en una morada –hogar; el pañuelo en un símbolo de amor…

Segunda fase: Recreación y encuentro
Es posible crear formas de unidad profundas y fecundas que no implican un apoderamiento o uso de la realidad o de las creaciones realizadas por otros; sino por el contrario, requieren de nuestra actitud de respeto, entendimiento creativo y no por ello manipulación o lejanía. Refiriéndose a esto, Alfonso López
Quintás dice:
“Una vez vivida esta experiencia, verás con toda nitidez que la libertad y los cauces normativos se complementan cuando se vive de forma creativa; no se oponen”. (“Cómo lograr una formación integral”. Ed. San Pablo. Madrid 1996; Pág. 46).
Respeto e inspiración se unen cuando vivimos desde y hacia lo profundo, lo valioso, lo fecundo...cuando somos capaces de abrir nuestro entendimiento, nuestro “corazón” para es otra realidad que me solicita o inspira… Para acoger una obra o una realidad ambital, debo re-crearla, vivenciarla, interpretarla, hacerla íntima hasta que reviva en mí. La obra renace gracias a mí y a su vez me potencia, inspira, realiza. Es una experiencia reversible: “voy en busca de una obra y la configuro en virtud del impulso que ella misma me otorga” (Ibíd. Pág. 46). Esta experiencia es requisito para existir en plenitud los ámbitos personales: amorosos, artísticos, científicos, éticos, religiosos, etc. Se trata de ser capaz de llevar a cabo la experiencia de encuentro: experiencia reversible que se das entre seres personales; entreveración de almas; diálogo. El encuentro me apela, me suscita, me inspira…voy al encuentro no bajo el esquema dices-efectúo o actúas-padezco sino co-participamos, co-creamos, nos invitamos, hacemos nuestro, colaboramos. Por ello el encuentro requiere de amabilidad versus violencia, confianza versus temor; valoración versus abuso.
La finalidad educativa, o en lenguaje de moda “competencia” de todo educador, debe ser “enseñar a fundar ámbitos fecundos de recreación y encuentro. A lo largo de la vida descubriremos que cada realidad (nosotros mismos) no somos cosas sino ámbitos, posibilidades que se abren y ofrecen una riqueza insondable de posibilidades a la mirada inspirada.
Tercera fase: Aprender a usar el lenguaje en toda su fecundidad
El lenguaje no es sólo un medio para comunicar algo; tampoco encontramos en esta función su mayor energía ni su fuerza formativa.
El lenguaje crea ámbitos: Ámbitos de belleza, de acogida, de bondad, de religiosidad. Por lo mismo, un lenguaje impulsado por el odio o por el afán manipulador se autodestruye porque anula toda posibilidad de encuentro. De ahí el cuidado con el uso de los llamados “términos talismanes” o “esquemas dilemáticos” que prejuzgan en la medida que están vacíos de significado y sentido; buscando el poder y para ello escisiones arbitrarias, simplificaciones falsas en una mirada superficial de la realidad. La creación de ámbitos, la elevación de objetos a ámbitos, no es posible si se carece de la capacidad de integrar vertientes diversas de la realidad: libertad y compromiso, sacrificio y felicidad, intimidad y expresión, dignidad y servicio; son algunos ejemplos de la unidad de diversos en lo profundo.
La palabra, la imagen y el silencio son vehículos expresivos del encuentro: Es cierto que cada palabra tiene un significado que debemos conocer pero ese significado debe ser fecundado por nuestras vivencias de encuentro, de tal modo que “den cuerpo” a las realidades ambitales, permitiéndonos comunicarnos y comunicar un sentido único; no sólo comunicar “algo”.
Necesitamos conocer las palabras guardadas en diccionarios, necesitamos conocer su significado y usarlas para correctamente comunicar algo; pero el lenguaje tiene un sentido superior: puede alumbrar modos únicos y originarios de sentido. Mediante el lenguaje expresamos acontecimientos, pensamientos originarios, credos, sentimientos, poemas, mundos imaginarios y mundos descubiertos…
Mediante el lenguaje conformamos el armario de nuestra alma, nuestras convicciones, decisiones, hacemos propuestas y re-cordamos. Por ello, cada obra literaria es el fruto del encuentro de un hombre con una vertiente de la realidad, en un momento único de su historia de vida.
Cuarta fase: Cultivar el descubrimiento de los valores que impulsan la vía de plenitud
La complejidad de nuestro ser, de nuestra existencia, nos lleva a distinguir entre energías que nos encapsulan en un egoísmo que va al mundo ansioso de poder y esas otras energías que me llevan a realizarme en un servicio de amor a los demás.
Egoísta, me siento centro del universo y toda realidad que se me presenta la considero medio de mis propósitos. Deseo dominar, poseer y disfrutar las realidades que aparecen deseables a mis impulsos de satisfacción. Paradójicamente, la realidad que apetezco para satisfacción de mi ego, me seduce, me fascina. Al adueñarme de estas realidades, al poner el sentido de mi vida en las cosas, al reducir lo ambital a lo cósico, siento euforia, exaltación; pero al mismo tiempo, esta visión del mundo y de mi propia existencia me rebaja, me anula en mi condición personal, me insensibiliza para los valores más nobles, me deja en la soledad de quien es incapaz de encuentro: es el proceso de vértigo; que confunde exaltación con la exultación que es elevación de la existencia, tras una vía de plenitud real.
El éxtasis emerge desde la vocación de ser, de ser personas que van al encuentro de otras personas y dispuestas a la generosidad, al respeto, agradecimiento, responsabilidad, compromiso, sacrificio de amor. En esta vía de éxtasis, se despliega la sensibilidad para la grandeza de los valores, de los ideales, de la nobleza, lo sagrado, el respeto, la piedad. Es el ámbito de la felicidad, del encuentro; de la apertura a los valores aunque estos nos exijan esfuerzo y no nos ofrezcan placer, posesión, poder. Los valores confieren dignidad a nuestras acciones porque expresan la dignidad de nuestra esencia de ser. Los valores se revelan a quien participa de ellos: quien quiera descubrir el valor de la justicia no debe limitarse a informarse sobre ella, pues sólo sabrá de ella quien la vivencia a través de una vida justa, de actos de generosidad, de fundar vínculos de armonía, equilibrio, colaboración. (Alfonso López Quintás, contempla cinco fases; pues separa la distinción de las experiencias de vértigo y éxtasis del descubrimiento de valores. Nosotros pensamos que es mejor presentarlas integradas, para facilitar su comprensión.)

viernes, 20 de agosto de 2010

PEDAGOGÍA EXPERIENCIAL


Pedagogía experiencial

La existencia personal es una historia única que como tal sólo puede revelarse en el encuentro interpersonal; en la convivencia y en la narración: la única forma de entender la fuerza, sentido y dinámica de las experiencias de vida de nuestros alumnos es en nuestras propias experiencias. La pedagogía es “pedagogía experiencial”. Pues bien, nos apropiaremos de una distinción que hacía Ignacio Ellacuría respecto tres momentos éticos, para aplicarlos como principios metodológicos de lo que llamaremos “Una Pedagogía Experiencial”: 1) hacerse cargo de la realidad, 2) cargar con la realidad y 3) encargarse de la realidad.

1. «Hacerse cargo de la realidad» implica entender una situación real que tenemos ante nuestra mirada; tener claridad sobre los elementos que conforman e influyen en esa situación, en cómo se conjugan esos elementos- Implica que, como educadores, que debemos conocer la situación en que se encuentran nuestros educandos, sus mundos, intereses, temores, agobios, fortalezas, debilidades, oportunidades, aspiraciones…

2. “Cargar con la realidad” implica determinar y analizar los distintos grados de responsabilidades que se articulan en una situación; distinguiendo entre causas, influencias y condiciones. La causa es la determinante. Si no tienes el don o virtud del canto, por ejemplo, jamás podrás cantar bien, aunque tengas la oportunidad de acceder a los mejores maestros de canto. Pero si cantas bien, la causa es tu don y tu esfuerzo por realizarlo; el maestro ha sido una buena y a lo mejor gran influencia o apoyo positivo, que ha facilitado la acción de la causa que es siempre íntima; pues somos libres. Ahora bien, podrás saber cantar; pero si estás afónico o estás en un recinto donde se debe guardar silencio; hay que esperar o hacer algo para que cambien las condiciones. Es claro que por muy sanos que estemos de garganta y hayamos tenido muy buena escuela, sin don y amor por el canto, no cantaremos como deberíamos hacerlo. Análogamente, sólo una vez que tengamos claridad sobre las causas, influencias y condicionantes de las situaciones que marcan la historia de vida de nuestros educandos, estaremos en condiciones de “encargarnos de la educación de ellos”

3. “Encargarnos de la realidad” implica estar en condiciones de poder asumir una responsabilidad frente a quienes nos hemos comprometido. Es el momento de responder, de asumir la propia responsabilidad; de tomar las riendas para guiar a quienes nos corresponda por buenos caminos y, si no existen, construirlos. Es el momento de buscar o crear un buen material que resista los embates negativos y otorgue seguridad a educandos y educadores. Es el momento de liderar para instar a otros a colaborar en la misma ruta. De algún modo, si mi alumno fracasa, yo fracaso…
“La responsabilidad es siempre proporcional a la dignidad. La dignidad de quien consagra su vida a orientar a niños y jóvenes es muy alta. Se hace responsable del futuro de estas personas y, consiguientemente, de la sociedad” , afirmaba Alfonso López Quintás y Gustavo Villapalos. Antes de hacernos cargo de otros, debemos hacernos cargo de sí mismos.
Entender o entendernos no es fácil. Por ahora, digámoslo en forma simple: Somos lo que hemos ido haciendo de nosotros a lo largo de nuestra trayectoria de vida; en ello debemos incluir lo que podíamos o debíamos haber sido y no fuimos y lo que podríamos o deberíamos ser y aún no realizamos. Entender el actuar personal, es mucho más complejo que tener a la vista un relato de hechos o datos sobre la vida de alguien. A veces la explicación o comprensión de una actitud, decisión o comportamiento está en la interpretación o sentido que hemos dado en el pasado a una experiencia que, para otros, podría no tener mayor incidencia. Si no lo aplicamos a nosotros, mal podríamos guiar a nuestros alumnos en este hacerse cargo de ellos mismos.